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miércoles, 25 de abril de 2012

LA NOVELA ESPAÑOLA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX


LA NOVELA EN LA GENERACIÓN DEL 98

La Generación del 98 es un movimiento literario ensayístico y narrativo que se desarrolla paralelamente al Modernismo durante los primeros años del siglo XX. Supuso también una renovación de la técnica y del lenguaje narrativos y, sobre todo, en lo que se refiere a la finalidad social y cultural de la obra literaria: los noventayochistas pusieron su literatura al servicio de la sociedad, analizando los problemas sociales, el tema de España y las preocupaciones religiosas y existenciales en una época marcada históricamente por el desastre del 98 (la pérdida de las últimas colonias de ultramar) y la consiguiente crisis económica.

Se centraron igualmente en la evocación del paisaje castellano como reflejo del propio espíritu nacional y en el recuerdo de glorias pasadas.

El estilo noventayochista se caracterizó por su sencillez y equilibrio formal, por su elegancia y por su espíritu de selección lingüística, léxica, que se plasmó en la utilización de palabras muy expresivas: arcaísmos, cultismos y palabras tradicionales y terruñeras.

“Generación del 98” y Modernismo

No obstante, tendríamos que aclarar algo tan importante como la relación de La Generación del 98 con el Modernismo. En efecto, la Generación del 98 coincidió en el tiempo con el otro gran movimiento literario de principios de siglo, el Modernismo, movimiento este fundamentalmente poético, pero no por ello opuesto a ella pues ideológica y formalmente son bastante parecidos; son-como se ha dicho-las dos caras de una misma moneda-que sería la Generación de la Modernidad de principios de siglo-pues ambos se caracterizan por un mismo espíritu renovador, antirretórico y por la búsqueda de un estilo nuevo más creativo y estético que acabara con la pobreza literaria de los últimos años del siglo XIX, tras el agotamiento del Realismo. De hecho, es normal encontrar al mismo tiempo en un mismo escritor actitudes o ideas noventayochistas y modernistas como es en los casos de Antonio Machado o el propio Valle Inclán.

La juventud del 98

Azorín relacionaba el espíritu de protesta y de rebeldía de la Generación del 98 con el de los escritores llamados “regeneracionistas”. En sus comienzos, los noventayochistas se emparentaron con movimientos políticos revolucionarios, militando incluso en algunos partidos políticos revolucionarios o defendiendo las tesis del anarquismo más radical.

Los jóvenes escritores noventayochistas profesaban entonces ideas muy avanzadas y se consideraban intelectuales antiburgueses en la vanguardia ideológica de la pequeña burguesía reformista.

En 1901 se forma el “Grupo de los Tres”, integrado por Baroja, Azorín y Maeztu.

Creen que sólo la ciencia social puede dar un cauce al deseo de mejorar la vida de los más desfavorecidos y que la novela es un instrumento de transformación social.

Pero la realidad político-social hizo que la campaña de los Tres fue un fracaso y ello les condujo a un desengaño total. En suma, se inicia un giro hacia posturas netamente idealistas. Hacia 1905 seguirán viviendo la preocupación por España, pero ahora desde una actitud escéptica y contemplativa.

La madurez del 98

En 1910, cada autor se ha ido creando su propia personalidad y en los quince primeros años del siglo, pasado el radicalismo juvenil, se configura lo que siempre se consideró “mentalidad del 98”, y que corresponde exactamente a la madurez de los autores. Tal mentalidad ofrece el señalado idealismo, que se caracteriza por:

-Se intensifica la relación con las corrientes irracionalistas europeas (Nietzsche, Schopenhauer, Kierkegaard y otras formas de vitalismo, como la de Bergson).

-Adquieren especial importancia las preocupaciones existenciales. Las interrogaciones sobre el sentido de la vida, sobre el destino del hombre, etc.

-El tema de España se enfocará con tintes subjetivos; es decir, proyectando sobre la realidad española los anhelos y las angustias personales.

-La evocación del paisaje. Será este uno de los rasgos más característicos de la Generación del 98 porque los escritores se van a identificar plenamente con el paisaje castellano de tal forma que van a proyectar su estado de ánimo sobre él, sus anhelos, sus esperanzas, sus frustraciones. El paisaje de Castilla es el fiel reflejo del alma castellana, de glorias pasadas, de antiguos ideales que deben servir como modelos para el turbulento presente.

El estilo

Los autores del 98 contribuyeron poderosamente a la renovación literaria de principios de siglo. El Grupo del 98 aportará notables novedades en la lengua literaria: el sentido de la sobriedad, la fuerte voluntad antirretórica, la repulsa del prosaísmo y, por tanto, el exigente cuidado del estilo.

Otro rasgo común es el gusto por las palabras tradicionales y terruñeras (“las palabras inusitadas” según Azorín) debido a su amor por lo castizo.

El subjetivismo se convierte asimismo en un rasgo fundamental de la estética del 98. De ahí el lirismo que impregna muchas de sus páginas.

También deben señalarse las innovaciones en los géneros literarios: configuraron el ensayo moderno y la novela admitió profundas novedades técnicas (la pérdida de importancia de la acción), que superaron ya las formas realistas.

Nómina de autores noventayochistas

De entre los escritores noventayochistas destacamos los siguientes por considerarlos los más relevantes:

Miguel de Unamuno

Su filosofía impregna toda su producción. Formado intelectualmente en el racionalismo y en el positivismo, durante su juventud simpatizó con el socialismo y mostró su preocupación por la situación de España, siendo en un primer momento favorable a su europeización, aunque posteriormente adoptaría una postura más nacionalista.

Esta preocupación por España se manifiesta en sus ensayos recogidos en sus libros En torno al casticismo (1895), Vida de Don Quijote y Sancho (1905), También son frecuentes los poemas dedicados a exaltar las tierras de Castilla, considerada como la esencia de España.

Más tarde, debido a una crisis espiritual, se dedicó a los temas religiosos y existenciales y escribió Del sentimiento trágico de la vida (1913) y La agonía del cristianismo (1925).

Unamuno ha sido considerado como el padre de la Generación del 98. Cultivó todos los géneros con bastante maestría aunque destacó fundamentalmente en el ensayo. Su literatura es la más pura expresión de sus sentimientos personales y se centra en torno al tema religioso y existencial. Su estilo es culto, elegante y muy equilibrado.

Su narrativa comienza con Paz en la guerra (1897), donde desarrolla la “intrahistoria” galdosiana, y continúa con Niebla (1914) —que llamó nivola, en un intento de renovar las técnicas narrativas—, La tía Tula, y San Manuel Bueno, mártir (ambas de 1933).

Pío Baroja

Nació en San Sebastián y estudió Medicina en Madrid, ciudad en la que vivió la mayor parte de su vida. Su primera novela fue Vidas sombrías (1900), a la que siguió el mismo año La casa de Aizgorri. Esta novela forma parte de la primera de las trilogías de Baroja, Tierra vasca, que también incluye El mayorazgo de Labraz (1903), una de sus novelas más admiradas, y Zalacaín el aventurero (1909). Con Aventuras y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), inició la trilogía La vida fantástica, expresión de su individualismo anarquista y su filosofía pesimista, integrada además por Camino de perfección (1902) y Paradox Rey (1906).

La obra por la que se hizo más conocido fuera de España es la trilogía La lucha por la vida, una conmovedora descripción de los bajos fondos de Madrid, que forman La busca (1904), La mala hierba (1904) y Aurora roja (1905).

En 1911 publicó El árbol de la ciencia, posiblemente su novela más perfecta. Entre 1913 y 1935 aparecieron los 22 volúmenes de una novela histórica, Memorias de un hombre de acción, basada en el conspirador Eugenio de Avinareta, uno de los antepasados del autor que vivió en el País Vasco en la época de las Guerras carlistas.

Influido por la novela picaresca, Baroja eligió como protagonistas a marginados de la sociedad. Sus novelas están llenas de incidentes y personajes muy bien trazados, y destacan por la fluidez de sus diálogos y las descripciones impresionistas. Fue un maestro del retrato realista, en especial cuando se centra en su País Vasco natal.

En fin, Pío Baroja es uno de los mejores novelistas de la literatura española. Su técnica narrativa se ha convertido en todo un modelo literario a imitar. Él mismo definió la novela como “un género multiforme y proteico; un saco en el que cabe todo”. Escribió muchísimas novelas, en las que reflejó todo tipo de temas: filosóficos, existenciales, realistas, naturalistas, sentimentales, patrióticos, etc. Sus personajes poseen una gran psicología y están dotados de un gran vitalismo. Destacó en las descripciones de ambientes y personajes y, fundamentalmente, en el tratamiento de la acción novelística, que se convierte en un elemento fundamental de sus obras. Su estilo es sencillo, ágil, poético y, en ocasiones.

José Martínez Ruíz “Azorín”

El tema dominante de sus escritos es la eternidad y la continuidad, simbolizadas en las costumbres ancestrales de los campesinos. Obtuvo el reconocimiento de la crítica por sus ensayos, entre los que destacan El alma castellana (1900), Los pueblos (1904) y Castilla (1912). Se le conoce sobre todo por sus novelas autobiográficas La Voluntad (1902), Antonio Azorín (1903) y Las confesiones de un pequeño filósofo (1904). También destacó en la crítica literaria con textos como Los valores literarios (1913) y Al margen de los clásicos (1915).

Azorín es, sin duda, el escritor más representativo de la Generación del 98. En sus obras de juventud, como La voluntad, trató los temas existencialistas y político-sociales en la línea del Regeneracionismo de principios de siglo aunque siempre estuvo presente en su obra la evocación del paisaje, materializada en magistrales descripciones del paisaje castellano. Su estilo rápido y elegante, impresionista, se une a la gran riqueza de su vocabulario, enriquecido con gran cantidad de palabras tradicionales y embellecido con muchísimos adjetivos, como podemos apreciar en esta magnífica descripción:

Ramiro de Maeztu

Nació en Vitoria en 1875. Maeztu se dedicó sobre todo al ensayismo y al periodismo, actividad manifiesta en sus abundantes artículos. De las ideas socialistas de su juventud fue avanzando hacia una posición promonárquica y defensora del modelo de la España católica y autoritaria. En su libro Defensa de la hispanidad (1934) sostiene que la comunidad con los países americanos ha de ser espiritual, no racial ni geográfica.

En Don Quijote, Don Juan y la Celestina (1926) representa, respectivamente, al amor, el poder y el saber o la verdad, tríada cuya unidad sólo es posible mediante la función organizadora del poder. En una obra más temprana, La crisis del humanismo, de 1920, ya está contenida su defensa del catolicismo y del sistema corporativo como modelo de sociedad. Murió fusilado por el Frente Popular en Aravaca, Madrid, en 1936, al comienzo de la Guerra Civil española.


LA NOVELA NOVECENTISTA

La novela novecentista supone un giro hacia nuevos rumbos narrativos, superada ya la novela noventayochista. Formalmente, el género adopta una técnica narrativa más depurada y compleja en la que la psicología de los personajes y las intervenciones del narrador asumen, de nuevo, un papel preponderante. Los ambientes burgueses y rurales adquieren también un gran protagonismo. Es una novela intelectual, con implicaciones irónicas y líricas en ocasiones. La preocupación por la técnica y el estilo literarios desembocan en la consecución de un lenguaje literario estéticamente magnífico, pleno de expresividad y belleza. Destacamos los siguientes autores:

Gabriel Miró

Su afán de perfección literaria lo condujo a la creación de una novela muy cuidada en todos sus aspectos y caracterizada por su equilibrio y perfección formal. Para ello utilizó una técnica narrativa muy compleja, basada en las connotaciones intelectuales de un lenguaje selecto, en el desarrollo de la psicología de los personajes y en el detalle de las descripciones.

Como en otros novecentistas, la acción deja de ser el elemento fundamental de sus novelas y pasa a ser un soporte para sus espléndidas descripciones y sus deslumbrantes prodigios verbales.

De entre sus primeras novelas destaca Las cerezas del cementerio (1910) que narra un amor apasionado en una sensual atmósfera levantina. Pero sus dos obras maestras son: Nuestro padre San Daniel (1921) y El obispo leproso (1926), en donde se nos muestran unos ambientes inmovilistas en los que la inocencia, el amor y el anhelo de vivir se estrella contra la intolerancia religiosa.

Ramón Pérez de Ayala

Como novelista, su trayectoria va de un relato autobiográfico de filiación noventayochista a una “novela intelectual” acorde con las tendencias novecentistas. Su trayectoria presenta dos etapas:

-Entre 1907 y 1913 publica varias novelas unidas por la figura del protagonista que es un reflejo del propio autor: destaca A.M.D.G., despiadada sátira del colegio jesuita en el que se dedicó (el título responde al lema de la Compañía de Jesús: Ad Maiorem Dei Gloriam) y siguen dos obras maestras: La pata de la raposa (1912) sobre una torturante ansia de perfección y Troteras y danzaderas (1913) visión de la bohemia literaria de la época, con alusión clara a personajes reales.

-En 1921 se inicia su última etapa. La acción se hace aún más leve y sirve de pretexto para que los personajes encarnen ideas y actitudes vitales o para ensartar disquisiciones sobre estética, moral, psicología, política...La novela, se aproxima, por tanto, al ensayo. Destacan Belarmino y Apolonio, quizás su obra maestra, en donde los protagonistas-dos zapateros-ilustran diversas actitudes ante la vida: la comprensión y la expresión, la meditación y la acción.

Otros novelistas novecentistas

 Wenceslao Fernández Flórez. Es el gran maestro de la novela humorística. Sus primeras novelas como Volvoreta (1917) combinan el sentimentalismo, la ironía y ciertos toques naturistas. Muy distinto es El bosque animado(1943) cuyo protagonista es una fraga o bosque gallego con sus animales, sus árboles, sus viandantes...

 Benjamín Jarnés. Comenzó tardíamente con El profesor inútil (1926), muy al estilo de Azorín, en donde la acción se reduce al mínimo en pro de las reflexiones del protagonista dentro de una línea marcadamente intelectual y con la presencia de un lirismo exquisito. Los mismos rasgos definen Locura y muerte de nadie (1929), su obra maestra, en la que se plantea el sentido de la vida y de la personalidad.



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